Analítica (3), oct. 2023 sept. 2024, ISSN-L 2805-1815, pp. 170-182
ANALÍTICA
Revista de Filosofía
LA VIDA FILOSÓFICA Y LA VIDA POSIBLE: LA
BÚSQUEDA, LA ENSEÑANZA Y LA
TRANSFORMACIÓN HUMANA
THE PHILOSOPHICAL LIFE AND THE POSSIBLE
LIFE: SEARCHING, TEACHING AND HUMAN
TRANSFORMATION
Ela Urriola
Universidad de Panamá, Panamá
elaurriola@hotmail.com
https://orcid.org/0000-0001-6915-185X
DOI https://doi.org/10.48204/2805-1815.4396
INFORMACIÓN
DEL ARTÍCULO ABSTRACT/RESUMEN
Recibido el:
30/07/2023
Aceptado el:
30/08/2023
Keywords:
Philosophy, life,
Ethics, reality, theory
Palabras clave:
Filosofía, vida, Ética,
moral, realidad, teoría
Abstract:
If there is something difficult to agree on in philosophy, it is experience and
theory. On the one hand, there are those who advocate the absolute separation
of the life of an author with respect to his work, on the other, there are those
who could not imagine these two edges as two antipodes, but rather at their
epicenter, a whole. This article is motivated by the fact of understanding how
philosophical life could be conceived based on criteria that coincide in Western
thought and in the context of the teaching of philosophy.
Resumen:
Si hay algo es difícil de concertar en la filosofía es la vivencia y la teoría. Por
un lado, están quienes abogan por la separación absoluta de la vida de un
autor con respecto a su obra, por otro, se pronuncian los que no podrían
imaginar estas dos aristas como dos antípodas, sino en su epicentro, un todo.
El presente artículo lo motiva el hecho de comprender cómo se podría concebir
la vida filosófica a partir de criterios coincidentes en el pensamiento occidental
y en el contexto de la enseñanza de la filosofía.
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Introducción
La vida filosófica o la manera de abordar la vida, de vivirla, ha sido objeto de
innumerables disquisiciones, y aunque no menos cuantiosos, se han generado estudios
en torno al concepto de vivir la vida con filosofía o desde la filosofía. Dicho esto, se
encuentra un espacio, donde, a fin de cuentas, la filosofía pareciera convertirse en una
herramienta o fórmula, al punto que abundan en las estanterías virtuales y físicas,
innumerables recetas sobre “vivir la vida con filosofía”, o hasta recetas para que filosofía
y vida se integren. Nos interesa el primer grupo, el de los eruditos que han indagado en
los preceptos de vida que abordan los filósofos en las distintas épocas.
En busca de la vida filosófica
Uno de los filósofos más conocidos que ha indagado en el concepto de vida filosófica ha
sido Pierre Hadot en la prolífica obra que sostiene su erudición y experiencia sobre la
filosofía antigua. En la introducción de uno de sus estudios, titulado La filosofía como
forma de vida, queda enunciado el propósito de la misma: presentar la idea de que para
los griegos la filosofía no se concebía como la articulación de un sistema de ideas, antes
bien, era comprendida como una manera de mirar, explicarse y abordar la vida,
entendiéndose que para que esto fuera posible, se sostenía como un acto de la volición,
o, por decirlo de otra manera, una elección que concertaba conocimiento, virtud y
libertad.
Para ello, los griegos proponían una serie de preceptos, y también ciertas técnicas
de orden práctico, mediante las cuales era posible forjar el carácter (ethos), al tiempo
que se orientaba la existencia conforme la virtud y el conocimiento. (véase Hadot, 2006:
2009).
La investigación sobre el tema que Hadot (2006) llevó a cabo durante gran parte
de su vida y que genera una vasta bibliografía, se expresa a partir de una pregunta que
ya se plantearon filósofos icónicos y que materializaron, lo mismo que Hadot, en sendas
obras con el título a modo de la gran pregunta: ¿qué es filosofía? Basta recordar a Martin
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Heidegger (1983) y a Jaspers (2013), donde ambos elucubran sobre la naturaleza de la
disciplina, en su razón de ser, y en la experiencia de acercarnos a ella.
Curiosamente, las miradas sobre el propósito de vivir con filosofía se fundamentan
en gnosis y ethos, en el conocimiento y el deber ser, y ambos consolidan un equilibro
importante, diríase casi imprescindible para alcanzar ese estado donde estaríamos los
más próximos a una noción de felicidad. Para José Ortega y Gasset, filosofía es un
hacer del hombre. Un hacer de la especie conocimiento. Aquel conocimiento que
comienza por una pregunta esencial o por el ser de las cosas (…) La pregunta anuncia
e inicia un buscar.” (Ortega y Gasset, 1948, p. 141) Este buscar, entendido en su
magnificencia y su finitud, como la propia vida humana, se engrandece y profundiza ante
las dos posibilidades que se le muestran al humano: la filosofía y la religión. La belleza
de la descripción que Ortega y Gasset hace de ambas es insuperable, se refiere a ellas
como “dos formas de ocupación íntima”. (Ortega y Gasset, 1981, p. 77) Una vez frente a
ellas, lo que cabe es el discernimiento acerca de si estas dos “ocupaciones íntimas”, que
conviven articuladas una en otra, son “sensu stricto religión y sensu stricto filosofía. “. En
el caso de los antiguos, les fue revelado, según el autor la posibilidad de entrar en un
camino o una búsqueda por ellos desconocida: “¿Qué es lo que buscaban? ¿Por qué lo
buscaban? ¿Tiene sentido admitir que si seguían instalados en la religión tradicional se
esforzasen en descubrir una cosa tan amplia como ésta, pero de contenido por completo
distinto?” (Ortega y Gasset, 1981, p. 77)
Por su parte, Francisco Romero (1961), también en una obra con un título que
interroga, plantea que el origen del filosofar nace de la admiración y la extrañeza, que
el saber que se deriva de allí es un conocimiento labrado a partir de la reflexión crítica, y
que este extrañamiento que ya definían los griegos, conduce a problematizar la realidad:
«El primer paso del filosofar consiste en extrañarse de lo dado, de lo espontáneamente
conocido, en una doble significación de la palabra “extrañarse”: como extrañeza o
sorpresa de que las cosas sean y de que sean como son, y como un extrañamiento o
artificioso apartamiento del mundo», una especie de necesaria distancia entre el mundo
y el sujeto para que éste, al final, logre convertir el mundo que lo contiene y a todo lo que
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tiene en derredor, en cuestión. Esto es el “problematizar”, suprimir todos los supuestos
para encaminarse a conocerla tal como es. (Romero, 1961, p. 17)
Lo cierto es que una cosa es estudiar la filosofía y otra vivir acorde a ella, o,
retomando a Hadot, vivirla. Para eso, quién mejor que Epícteto y Marco Aurelio, ambos
abordados en la obra en mención, quienes abordan de que no basta con saber filosofía,
sino vivir en ella o desde ella, y esa sola distinción amerita revisar la existencia y la
vivencia humana, esto es, llevar la vida, o moldear una forma de vida hacia las labores
comunitarias, sumergiendo, algo más que la mirada en la dimensión social. Esta cuestión
se aborda en No te olvides de vivir. Goethe y la tradición de los ejercicios espirituales,
(Hadot, 2010) una obra homenaje al filósofo que más admiró, Goethe.
El caso es cuando la misma pregunta se la hace Heidegger, deja claro la
complejidad que implica el solo ejercicio de contemplar una respuesta, si esta fuese
posible. (Heidegger, 1983) En primer lugar, hace referencia a la ratio como fundamento
en el quehacer filosófico, luego nos remite al origen griego φιλοσοφία y como tal define
“un camino”. Con relación a esta acepción nos dice: “Este está, por una parte, ante
nosotros, ya que la palabra se nos predijo desde hace mucho tiempo; por otra, está
detrás de nosotros, pues siempre oímos y dijimos esa palabra. Conforme a ellos, la
palabra griega φιλοσοφία es un camino en el que estamos de camino. De aquí revuelve
nuevamente en “lo griego” de la palabra, que conduce a establecer que “la filosofía define
también el rasgo más esencial de nuestra historia europeo-occidental (…)” (Heidegger,
1983, p. 48) y he aquí que vuelve a su origen griego, tal y como la entendemos.
El protréptico como género
Hay un género con una particularísima intención que rebasa lo formal, pues a diferencia
de otros géneros, éste se convierte en una herramienta para mostrar ese “camino” del
que hablábamos antes, ya alejándonos de la dimensión meramente teorética, y es el
protréptico. Cultivado por los discípulos de Sócrates, será Aristóteles quien lo promueva
expresamente, este replantearse llevar la vida filosófica, el enlazar las ideas y la praxis:
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Una de las cuestiones que se deben tener presente al leer el Protréptico es el
hecho de que se trata de una exhortación a la filosofía. El análisis de la noción
de phýsis a la luz de este objetivo adquiere un sentido y un rol particular, pues
Aristóteles no pretende determinar qué es la naturaleza, sino más bien utilizar esta
noción para poder persuadir a su auditorio de que no solo es pertinente filosofar,
sino necesario. (Seggiaro, 2017)
Existen objeciones en torno al hecho de si el protréptico deba ser o no considerado un
género en sí mismo ( Van der Meeren es uno de los más conocidos); sin embargo, otros
como S. R. Slings , defienden este punto, aduciendo de que no se trata de un fenómeno
aislado y revisa las fuentes que sustentarían una pluralidad de ejemplos, no solo en
Clitofón o Eutidemo - donde se contrastan los métodos de enseñanza-, llevando la
pesquisa hacia otros discípulos de Sócrates o al s. IV.a.C. como lo aduce Demetrio, pero
en todo caso, con la finalidad que arriba esboza Seggiaro, esto es, alcanzar la audiencia,
el auditorio, la colectividad e instar a esa vida filosófica, independientemente de la
profesión o las artes que se practicara. Ciertamente, la forma - la belleza o la riqueza
verbal- resultan importantes, y las encontramos en la producción homérica, por
mencionar solo uno, pero la fundamentación moral e invocación del ethos consituyen la
base. El protréptico es, pues, un género que abre la puerta a esa vida filosófica, a esa
vivencia desde la filosofía, que no le da la espalda a la realidad. La exhortación acertada,
pero necesaria, la razón de ser de esta vida.
La (im)posibilidad de la vida filosófica
¿Es esta vida “buena”? ¿Por qué es deseable que aspiremos a esta vida? O, antes bien,
sería importante preguntarnos el valor de la vida filosófica hoy. Si bien el deseo de
conocer caracteriza al hombre “Pantes anthropoi tou eidenai oregontai physei
(Aristoteles), y esta cualidad nos distingue del resto de las criaturas, ¿cómo se sustenta
esta necesidad como forma de vida? Hay algo inherente en la búsqueda,
independientemente de la certeza o anhelo de lo que se espera encontrar, esta búsqueda
mueve al sujeto a la elucubración, en pos de la investigación científica, y el resultado de
esta búsqueda se materializa en la obra de arte, cualquiera sea su naturaleza: la
concreción per se, lo que conmueve, ha sido el resultado de esa búsqueda tan imprecisa
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como necesaria, que emprende el ser humano desde que tiene conciencia, la misma
búsqueda de la cual “emana” la filosofía.
Pero ¿esta búsqueda es necesidad o amor al saber?
Revisando la definición que aporta José Ferrater Mora, nos remite a la etimología:
La significación etimológica de “filosofía” es “amor a la sabiduría”. A veces se
traduce filosofía por amor al saber. Pero como los griegos inventores del
vocablo filosofía’— distinguían con frecuencia entre el saber, ἐπιστήμη, en tanto
que conocimiento teórico, y la sabiduría, σοφία, en tanto que conocimiento a la
vez teórico y práctico, propio del llamado sabio, es menester tener en cuenta en
cada caso a qué tipo de conocimiento se refiere el filosofar. (Ferrater Mora, 1984)
También, quedándonos en la definición, esta vez del Diccionario de Filosofía de Nicola
Abbagnano (1955, p. 537, vemos esta multiplicada de acepciones del concepto filosofía:
La disparidad de las Filosofías se refleja, obviamente, en la disparidad de los
significados de Filosofía, lo que no impide reconocer algunas constantes. Entre
ellas, la que mejor se presta para relacionar y articular los diferentes significados
del término, es la definición que aparece en el Eutidemo platónico: La Filosofía es
el uso del saber para ventaja del hombre.
Así, Abbagnano nos conduce al importante problema del saber y del uso de este,
planteado en el diálogo (Platón, Eutidemo, 2012) que a continuación recordamos: (…)
la sabiduría hace a los hombres tener capacidad de acierto en todas partes. Pues
efectivamente si se equivocan no habría sabiduría, sino que es necesario actuar y
alcanzar el propósito rectamente. (Platón, 2012, p. 124)
Y más adelante, el problema de la utilidad, con relación al concepto de felicidad:
¿Acaso, entonces, seríamos felices a través de los bienes presentes, si no nos
fuesen útiles de ningún modo o si lo fueran? (…)
¿Acaso, entonces, por Zeus -dije yo-, es provechosa alguna de las demás
posesiones sin sensatez ni sabiduría? ¿Acaso se beneficiaría un hombre que
posea muchas cosas y haga muchas cosas sin tener conciencia, o sería mejor
tener pocas con conciencia? (…).” (Platón, 2012, p. 128)
Y después, en clara alusión a la posesión de las cosas materiales y el valor o pertinencia
de otras, como el saber:
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¿Acaso, entonces, serían útiles en algo si solo los tuviésemos pero no los
usásemos? Por ejemplo, respecto de los alimentos, si tuviésemos muchos pero
no los comiésemos, o en el caso de la bebida, si no la bebiésemos, ¿es posible
que nos fuesen útiles? (…)”. (Platón, 2012, p. 128)
De allí pasamos a la cita que Abbagnano hace referencia, en cuanto a saber y utilidad:
“—Por consiguiente, nos hacía falta (…) un cierto conocimiento en el cual se dieran
conjuntamente el hacer y el saber usar eso que se hace. (Abbagnano, 1995, p. 151)
Con este recorrido regresamos a la definición del mismo diccionario, en esta siguiente
acepción de Filosofía, refiriéndose a la discusión en Eutidemo: Según este concepto, la
Filosofía implica: 1) la posesión o la adquisición de un conocimiento que es, al mismo
tiempo, el más válido y extenso posible; 2) el uso de este conocimiento en beneficio del
hombre. (Abbagnano, 1995, p. 537)
Y en cuanto al amor al saber, conviene recordar lo que ya dijeron los griegos, esta
vez en boca del filósofo Darío Sztajnszrajber, en ese libro cuyo título también es una
pregunta que implica el sentido o utilidad de esta, resaltado en especial el verbo que
contiene: ¿Para qué sirve la filosofía? (Pequeño tratado sobre la demolición), a saber:
La idea de amor al saber conlleva una pretensión de totalidad, más allá de que
sea o no sea alcanzada. Se trata de un amor al absoluto, donde el saber nos
equipararía directamente con esas totalidades cerradas que son los absolutos.
Saber todo es acceder al todo, ya que desaparecerían todas las intermediaciones.
El conocimiento tiene algo de mediación. Supone ciertas verdades todavía no
alcanzadas. (…) Por eso insiste Platón que el saber siempre es una aspiración,
ya que se nos presenta en la medida en que haya todavía zonas desconocidas a
las que aspirar. A las que amar. (Sztajnszrajber, 2015, p. 67)
¿Cómo llegamos a este punto, de la búsqueda inmanente de esa vida filosófica?
A ese punto de amar el saber hasta convertirlo en forma de vida. ¿La vida filosófica?
Si tomamos en cuenta de que esta búsqueda pudiese tener dos orígenes: uno
deseado u otro accidental, lo cierto es que, al emprenderse desde la filosofía, ocurre una
transformación, una especie de conciencia plena de la cual hablan algunos autores. Para
Sócrates pudiera ser el daimon, lo cierto es que en un momentum acaece la certeza
entre la duda, y una voz, como una realidad diáfana y comprensible que lo abarca todo,
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al menos en el individuo. Hela aquí, documentada, como un instante para el que la
percibe o como una paralización del tiempo que obnubila en derredor, para el que la
emprende, pero que, de alguna manera, acontece súbitamente, como una necesidad al
fin, la imperiosa e inefable filosofía, que no está exenta de obstáculos como quehacer:
Pues bien -continuó Sócrates-, después de todas esas consideraciones, por
necesidad se forma en los que son genuinamente filósofos una creencia tal, que
les hace decirse mutuamente algo así como esto: Tal vez hay una especie de
sendero que nos lleve a término (juntamente con el razonamiento en la
investigación), porque mientras tengamos el cuerpo y esté nuestra alma mezclada
con semejante mal, jamás alcanzaremos de manera suficiente lo que deseamos.
Y decimos que lo que deseamos es la verdad. En efecto, son un sinfín las
preocupaciones que nos procura el cuerpo por culpa de su necesaria
alimentación; y encima, si nos ataca alguna enfermedad, nos impide la caza de la
verdad. Nos llena de amores, de deseos, de temores, de imágenes de todas las
clases, de un montón de naderías, de tal manera que, como se dice, por culpa
suya no nos es posible tener nunc aun pensamiento sensato. Guerras,
revoluciones y luchas nadie las causa, sino el cuerpo y sus deseos, pues es por
la adquisición de riquezas por lo que se originan todas las guerras, y a adquirir
riquezas nos vemos obligados por el cuerpo, porque somos esclavos de sus
cuidados; y de ahí, que por todas estas causas no tengamos tiempo para dedicarlo
a la filosofía. (Platón, 1983, p. 154)
Esto nos lleva a otra reflexión: ¿existen límites para asumir la vida de esta manera, o la
posibilidad de que esta vida sea contraproducente para el que la ejerza? La cuestión
aquí es el riesgo latente o patente que, bajo determinadas circunstancias, conlleva actuar
de acuerdo con la verdad, el conocimiento y los preceptos éticos; y de serlo, podríamos
bordear, con el ejemplo, determinados abismos o riesgo, en un caso superlativo, como
es el caso de Sócrates, quien asumió enseñando y viviendo de acuerdo con sus
enseñanzas, en Atenas. El propio Sócrates nos responde, con las palabras que erigiera
para argumentar su posición frente a su discípulo Critón:
No debe pues, ¡oh carísimo!, preocuparnos a nosotros lo que dirán, (de nosotros)
los muchos, sino lo que dirá, únicamente, el indicado para las cosas justas e
injustas, el uno, y ésta es la verdad (οὐκ ἄ ρα, ὦ βέλτιστε, πάνυ ἡ μῖν οὕ τω
φροντιστέον τί ἐροῦσιν οἱ πολλοὶ ἡ μᾶς, ἀ λλ ̓ὅ τι ὁ ἐπαΐων περὶ τῶν δικαίων καὶ ἀ
δίκων, ὁ εἷ ς αὐτὴ ἡ ἀ λἠθεια) . (Platón, 1955, p. 18)
Y posteriormente, en la cita: “Así que, primero, no aconsejas bien, aconsejando de esta
manera, de que nosotros debemos preocuparnos por la opinión de los muchos, en
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relación de las cosas justas, de las (cosas) buenas y honestas, y las contrarias. Pero,
verdaderamente, puede decir alguien que, los muchos son capaces de matarnos. Sin
duda esto también.” (Platón, Critón, 1955, p. 18)
Si como nos dice Ferrater Mora, más allá del razonamiento, ¿cómo sería esta
elección, en el caso de la mujer que filosofa y que concibe la vida desde la filosofía? ¿No
es para ella dable o posible esta vida? Y ¿serían los mismos los peligros que le acechan?
En ese sentido no queda sino revisar el destino de Hipatia, del alcance de sus
enseñanzas y de los obstáculos que hubo de sortear, con fatal desenlace, en su
búsqueda y aplicación de una vida filosófica:
Podemos suponer que Hipatia tuvo interés en teorizar sobre la política y buscar
un punto medio de moderación, según el lema aristotélico (…) Puede que esta
tuviera en mente una suerte de mediación entre las diversas comunidades de
Alejandría a través de sus clases magistrales, centradas en la búsqueda de la
armonía y la belleza en conciliar platonismo y aristotelismo, como todos los
neoplatónicos, tal vez también en el plano político y, en todo caso, lejos del
radicalismo y el maximalismo de ambos bandos.” (Hernández de la Fuente, 2019,
p. 109)
Llevar la filosofía a la vida individual y colectiva, alcanzar la política y los estamentos de
la sociedad, no solo resultaban un asunto complejísimo, sino que sigue entrañando
múltiples riesgos para quien procure abordar dicha proeza. En el caso de una mujer como
Hipatia, cuya fama era reconocida en Alejandría y otras regiones del Imperio, resultaba
incómodo que convergieran en sus enseñanzas las voces que pudiesen plantear, no solo
una vida desde la filosofía, sino que se elucubrara sobre el alcance del poder, la Ética y
la política, especialmente porque alcanzaba un contexto multicultural, lo que dio lugar a
que fuese perseguida y vilipendiada en su condición de mujer, pero especialmente, en
su capacidad e influencia sobre los otros. Habiendo heredado el puesto de profesor de
su padre, el filósofo Teón, el Geómetra, se convierte en la sucesora de la escuela
filosófica de Platón y Plotino. No ahondaremos en los terribles detalles de tortura que le
ocasionaron la muerte y que narra el historiador de la iglesia Sócrates de Constantinopla
o Sócrates Escolástico en su Historia Escolástica, pero resulta importante el simbolismo
de este asesinato, acaecido, según sus fuentes, en la Cuaresma, durante el cuarto año
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del episcopado de Cirilo y el décimo consulado de Honorio, el sexto de Teodosio, por
todo lo que convergía en ese escenario histórico y las corrientes de pensamiento, que
sostenían el poder, y que confrontaban heterodoxia y ortodoxia. No cabe duda, el ataque
a una mujer que lleva la vida filosófica y que resulta ser la columna de la escuela
neoplatónica, es un golpe a una concepción liberadora y sienta un precedente en la
exclusión de la historia de las mujeres filósofas, porque, aunque le precedieron hechos
de contundente violencia que se repetirán después, no contarán con una figura de la talla
y la influencia de Hipatia, quien no excluía de su magisterio ni a cristianos ni paganos,
puesto que tendrá una visión avanzada y democrática para su época.
Es posible llegar a otros ejemplos de magisterio sin exclusión, aquellos que
abrazaron la vida filosófica, la enseñanza y la Ética con una visión de amplitud y
profundidad humana, tal y como es el caso de Himerio o Libanio, esbozadas en Vidas de
sofistas por Eunapio de Sardes: aquí, la convivencia entre profesores y discípulos,
cristianos y paganos, fluían sin obstáculos, todos orientados a este quehacer de vivir la
vida desde la filosofía, con los preceptos y el conocimiento más elevado. Ambos
abrazaron la retórica y, en el caso de Liberio, legó ejemplos de ejercicios de este género
como la Progymnasmata; ambos, también, han pasado opacados en su influencia y
producción en el período de transición que les tocó vivir.
La posibilidad o imposibilidad de la vida filosófica a través de la exhortación a la
filosofía o el género del Protréptico, depende de si esta elección se da en circunstancias
que respondan a necesidades reales de transformación individual, a un compromiso con
el conocimiento y el éthos y, posteriormente, la realidad objetiva, en ningún caso exentas
de riesgo o cuestionamiento.
En la acepción actual, existen elementos a tomar en cuenta, esto es, fuera de un
sistema formal de educación donde la filosofía no es considerada una herramienta de
transformación humana, sino una asignatura más, una que incluso es ponderada como
prescindible y así lo demuestran los recortes a los planes educación, al currículum en
todos los niveles de formación media. Incluso, en la propia vida universitaria, la
concepción de formación está ligada a la “función” o utilidad que tenga para la sociedad,
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su engrandecimiento, o enriquecimiento de determinados roles, aducidos por los entes
pragmáticos, a saber, la economía y la política, no necesariamente en el sentido
sopesado en el mundo griego.
Es por ello que una vida filosófica solo sería viable al estar libre de la herrumbre y
el utilitarismo de la educación formal, y la pregunta sería ¿habría vida filosófica en ese
espacio usurpado actualmente por los coach o las diversas maneras de “tutoriar” (vivan
los neologismos de la peor estirpe) la vida; un contexto donde esos nuevos gurús de la
desintoxicación y el consumo opacan la importancia y la comprensión de la filosofía?
Nuevamente Sztajnszrajber acierta en el capítulo intitulado Las situaciones
límites, con una acepción de filosofía que alcanza el momento actual:
Hay un uso muy extendido y cotidiano del término “filosofía” equivaliendo a estilo
de vida y que se acompaña con prácticas concretas como una dietética, una
erótica y hasta ejercitaciones corporales casi gimnásticas. Lo cierto es que al llevar
el cuestionamiento hasta su máxima radicalidad, la filosofía corre el riesgo de
negarse a sí misma o a lo sumo plantear perspectivas tan heterodoxas que
parecería que de filosofía no tienen nada. Y sin emabrgo correr riesgos. Una
marca casi de origen del quehacer filosófico (…) La filosofía como estilo de vida.
Me quedan resonando esas palabras. (Sztajnszrajber, 2015, p. 261).
He aquí donde una real descordinación de lo estructurado o desestructurado del sistema
educativo, haría posible la transmisión o la exhortación a la vida filosófica, en ese sentido
defendido por Aristóteles o Goethe. Es allí, probablemente donde la idoneidad a la
formación filosófica para su ejercicio sea susceptible de valerse o proponerse como un
instrumento de transformación y elevación de la vida individual, para así trasladarlo a lo
colectivo, o lo que es más precisamente el sentido: la colectividad como motivación para
enriquecer el individuo, su visión, ampliar su horizonte, su profundidad y su vivencia en
el mundo.
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Conclusión
Proponer el servicio y formación filosófica como una forma de vida, al tiempo como una
posibilidad de transformar la vida individual y aspectos de la vida colectiva, habría de ser
un tema importante a tratar, más allá de las aulas de clases, en las instancias respectivas,
en toda la estructura política, social y económica donde el conocimiento y el ethos, a la
luz de las circunstancias actuales, se convierten en un obstáculo para quienes no
comprenden la responsabilidad de la institucionalidad y el deber político. Con algunos
intentos por defender la idoneidad filosófica en nuestro país, y con otros ingentes
esfuerzos que hicieran nuestros predecesores, las ideas y aportes de filósofos
panameños como los profesores Roberto Arosemena y Pedro Luis Prados no quedarían
a la deriva: abordar la filosofía más allá del magisterio, revisar la pertinencia y la
presencia de espacios de discusión y consulta con filósofos; acortar las distancias entre
las fuentes y los lectores neófitos, pero también entre los especialistas de las diversas
áreas de la filosofía, proponer caminos más allá de la academia. Estos cambios deben
darse en la formación del individuo (en cualquiera, sino en todas las etapas de la vida) ,
pero también en la colectividad, a fin de tener la posibibilidad de no solo vivir la filosofía
en ese camino hacia su comprensión, sino también, y esto muy seriamente hablando,
vivir la vida de una manera digna, en el mejor de los mundos posibles, en el que todavía
tenemos.
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Referencias
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