Cátedra, (16), pp. 224-227, agosto, 2019. ISSN 2415-2358

 

Reseña de libro

 

Yuval Noah Harari. De animales a dioses. Breve historia de la humanidad.

Editorial Debate. Ciudad de México, undécima reimpresión 2017. p 492

 

Paul Antonio Córdoba Mendoza9’

 

El texto de Harari narra en un nivel macro como la historia de la humanidad, desde la aparición en la tierra del género homo, ha pasado por tres grandes revoluciones teniendo al sapiens como actor principal (ya que este triunfó sobre otras especies humanas ya extintas). Primero, la revolución cognitiva hace unos 70.000 años; segundo, la revolución agrícola que logra acelerarlo hace 12.000 años; y tercero, la revolución científica puesta en marcha hace apenas 500 años. Es a lo largo de estas tres etapas, que el autor analiza de manera amplia la historia de esta especie, utilizando para ello, un lenguaje sencillo, así como argumentaciones muy provocativas.

 

El autor, haciendo acopio de diversas teorías científicas aceptadas y otras aún por verificar, desarrolla el texto intentando develar una gran interrogante: jCuál fue el secreto de los sapiens que les permitió gobernar el planeta? Dicha pregunta le permite conjeturar como posible respuesta que “...el homo sapiens conquistó el mundo gracias, por encima de otras especies, a su lenguaje único y su capacidad de trabajar y cooperar de manera flexible y en masa” (Harari, 2017, pág. 32).

 

Con el objetivo de hacer evidente su conjetura analiza la aparición de nuevas maneras de pensar y comunicarse entre 70.000 a 30.000 años atrás. Es en este periodo de tiempo, donde se da la invención de barcas, lámparas de aceite, arcos, flechas y agujas para coser cálidos vestidos. Otra señal de la revolución cognitiva es el lenguaje (capacidad lingüística básica de nuestra especie) inicialmente usada como método de supervivencia ya que, por medio de este, pudieron ser capaces de comunicarse y así evitar el peligro, evolucionando luego, como medio para compartir información sobre el mundo. Para Harari, estos logros

 

 

9' Profesor e investigador del Instituto de Estudios Nacionales de la Universidad de Panamá. Coordinador del programa de Maestría en Ciencias Sociales con énfasis en Teorías y Métodos de Investigación. Miembro del Sistema Nacional de Investigación (SNI). Correo electrónico: pacm1977@gmai1.com.

Recibido 19/IV/19 Aceptado 20/V/19

“...fueron producto de una revolución en las capacidades cognitivas de los sapiens” (Harari, 2017, pág. 34).

 

El texto pone de manifiesto que la característica única de nuestro lenguaje no es la capacidad de transmitir información sobre hechos observables (describir la realidad), sino más bien es la capacidad de transmitir información acerca de cosas inobservables (realidades inventadas): leyendas, mitos, dioses y religiones que aparecen con la revolución cognitiva. Estas ficciones se hacen más útiles con la fundación de grandes ciudades con miles de habitantes ya que al crear y creernos colectivamente mitos como la historia bíblica de la creación y los mitos nacionalistas de los estados modernos, entre otros, somos capaces de cooperar Pexiblemente (razón por la cual los sapiens dominan el mundo); pero también nos lleva a obedecer y seguir reglas, normas, valores compartidos, incluso sin conocernos, lo cual para Harari nos ha llevado a que “...desde la revolución cognitiva, los sapiens han vivido en una realidad dual. Por un lado, la realidad objetiva de los ríos, árboles y leones; y por el otro la realidad imaginada de los dioses, las naciones y las corporaciones.” (Harari, 2017, pág. 46).

 

En cuanto a la revolución agrícola, esta cierra el ciclo de una sociedad dominada por cazadores-recolectores nómadas, y abre paso a otra sociedad dominada por agricultores sedentarios. Esta tiene su inicio alrededor de 9.500 a. C. -8.500 a. C. en el sudeste de Turquía, oeste de Irán y el Levante. Es en este periodo en que los sapiens, dedican la mayor parte de su tiempo a “manipular” la vida de unas pocas especies de plantas y animales: trigo, cabras, guisantes, lentejas; olivos hacia 5.000 a.C. y los caballos hacia 4.000 a.C.

 

Se destaca la importancia de la revolución agrícola en la ampliación de la suma total de alimentos a disposición de la humanidad, y en el aumento de la población, pero a pesar de ello, “...el alimento adicional no se tradujo en una dieta mejor o en más ratos de ocio” (p. 98). Tampoco ofreció seguridad contra la violencia, toda vez que, los agricultores tenían más terrenos para plantar, pero muchas veces eran objetivo de incursiones de vecinos ocasionando disputas. Para Harari, las investigaciones recientes han mostrado que, para este periodo, la violencia humana era la responsable de un 15% de las muertes. Por todo esto, Harari considera a la revolución agrícola el mayor fraude de la historia, cuya esencia significó “...la capacidad de mantener más gente viva en peores condiciones” (Harari, 2017, pág. 101).

 

Es cierto que la revolución agrícola produjo excedentes de alimentos, una nueva tecnología del transporte y la creación de grandes aldeas, pueblos y ciudades, todas unidas por nuevos reinos y redes comerciales que permitieron ordenar la producción y la distribución. Para

lograr desarrollar todo esto, la cooperación y las normas sociales que la sustentaban “...no se basaban en instintos fijados ni en relaciones personales, sino en la creencia en mitos compartidos.” (Harari, 2017, pág. 124).

 

Lo anterior puede objetivarse en el código de Hammurabi, el cual afirma que el orden social era fundamentado en principios universales guiados por la justicia, dictados por los dioses. Es debido a este tipo de argumento que se sustenta por “designio divino” la existencia de distintos niveles de jerarquía social: hombres superiores (reyes, sacerdotes, administradores, grandes propietarios), los plebeyos y los esclavos, lo que trae como resultado la exclusión y la explotación de las grandes masas trabajadoras.

 

Los distintos niveles de jerarquía pasaron de ser una realidad inventada y trasmitida de manera oral con el nacimiento de la escritura. Por ejemplo, los sumerio empiezan a escribir signos más allá de los matemáticos, transformando su escritura en una más completa, que hoy se conoce como cuneiforme “...Hacia 2.500 a.C., los reyes empleaban la escritura cuneiforme para emitir decretos y los sacerdotes para registrar oráculos”. (Harari, 2017, pág. 146). Esto implicó el desarrollo de escuelas para escribas y con ello, se abre paso a un proceso de construcción de procedimientos racionales como: archivos, catálogos, recuperación de escritos, el uso de diccionarios, calendarios, formularios y tablas.

 

Al analizar las asimetrías sociales de las sociedades agrícolas, Harari deja en evidencia que diferentes sociedades adoptan diferentes tipos de jerarquía imaginada. Pero hay una que es común a todas las sociedades conocidas: la jerarquía del género mostrando que “...En todas partes la gente se ha dividido en hombres y mujeres. Y casi en todas partes los hombres han obtenido la mejor tajada, al menos desde la revolución agrícola.” (Harari, 2017, pág. 165). Con esto el autor, da cuenta de que dicha desigualdad se ha tratado históricamente de legitimarse como el “orden natural de las cosas, pero que ni es orden, ni es natural, por el contrario, debe considerarse una forma de dominio de unos grupos sobre otros.

 

Pasada la revolución agrícola, las sociedades crecen más y se hacen mayormente complejas por lo que, también los constructos imaginados que sostienen el orden social se tornan más refinados. A ese mecanismo productor de orden, el autor lo conceptualiza como instintos artificiales y son estos los que permiten que millones de extraños cooperen de manera efectiva y que hoy conocemos como cultura.

 

Yuval Harari concluye su libro analizando la revolución científica que se ha desarrollado desde los últimos 500 años. Para este autor, la ciencia es una empresa modelada por

intereses económicos, políticos y religiosos que ha avanzado en gran parte debido a la disposición de gobiernos, empresas, fundaciones y donantes privados que han donado y siguen donando millones de dólares a la investigación científica. Lo anterior no se debe a una visión altruista sino a intereses de dominación. Por ejemplo, en el siglo XVI, reyes y banqueros dedicaron enormes recursos para financiar expediciones geográficas alrededor del mundo. Esto se debió a que ambos suponían que el descubrimiento de un nuevo conocimiento geográfico les permitiría conquistar nuevas tierras, así como establecer imperios comerciales (Harari, 2017, pág. 301).

 

Con base en lo anterior, Harari resume que la investigación científica y sus descubrimientos solo pueden Porecer en alianzas con alguna ideología o religión. La ideología es la encargada de justificar los costes de la investigación e influye sobre lo que es o no prioritario científicamente y los diferentes usos que se les dan a los descubrimientos. Para cerrar esta reseña, el texto deja entrever a lo largo de toda su narrativa que hace 70.000 años el homo sapiens pasó de ser un animal insignificante proveniente de África para “...convertirse en un dios a punto de adquirir no solo la eterna juventud, sino las capacidades divinas de la creación y la destrucción” (Harari, 2017, pág. 455)

 

De animales a dioses. Breve historia de la humanidad de Harari se ha convertido en un escrito original, provocativo y digno de leer, ya que muestra una visión diferente sobre el papel del homo sapiens en la tierra. A su vez, los 10 millones de textos impresos son una evidencia clara de su aceptación al menos para el debate de sus hipótesis y teorías diversas por parte de la comunidad científica y del público en general.