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Disputar el futuro de Panamá
Disputing the Future of Panama
Richard Morales
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Universidad Santa María La Antigua, Panamá
https://orcid.org/0000-0003-4754-792X
moralespanama@gmail.com
Con o sin COVID-19, Panamá estaba en crisis. Un modelo de país agotado, que
mantiene un crecimiento turbulento a costa del empobrecimiento de la población y la
degradación de la naturaleza. Las contradicciones del modelo han sido develadas a la faz de
la sociedad precisamente por la pandemia, con el cruel abandono de las mayorías para
preservar los privilegios de la clase dominante. Ante la crisis, solamente la conformación de
un bloque contrahegemónico, que logre unir en la diversidad a las masas históricamente
excluidas y explotadas, puede detener el inminente colapso.
El modelo transitista descansa sobre la explotación de la posición geográfica,
extrayendo renta de la venta de servicios a los capitales en el mercado mundial, concentrando
los excedentes en los grupos empresariales que se apropiaron de la zona interoceánica,
empobreciendo a las mayorías que quedan relegadas a regatear las sobras. Una ruta
monopólica que define el papel dependiente de “hub” en la división internacional del trabajo.
En los 70 se implanto la plataforma de servicios transnacionales con la creación del centro
financiero internacional, incorporando a Pana al emergente capitalismo neoliberal
dominado por el capital financiero. La plataforma se consolida con la reversión del Canal en
1999, subordinando todo el territorio a su gica rentista, articulando un entramado de
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Profesor de la USMA, Licenciado en Economía Política, Ciencia Política y Administración en la Universidad de Tulane.
Maestría en Políticas Públicas para el Desarrollo Económico de la Universidad de Harvard. Doctorando en Humanidades
y Ciencias Sociales de la Universidad de Panamá. Miembro del Comité Editorial de la Revista Tareas.
ISSN L 2710-7620
Volumen 1, Número 1 / mayo - agosto 2021
Págs.: 132- 134
Recibido 22/08/2020 / Aceptado: 20/01/2021
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servicios logísticos, financieros y legales con la especulación comercial e inmobiliaria. Sus
dueños constituyeron, bajo el dominio de la fracción financiera de la clase capitalista, el
bloque hegemónico en el poder.
El bloque hegemónico capturo al Estado, palanca de poder fundamental para asegurar
sus intereses, dentro de una pugna interburguesa en la que se disputan el control de las
instituciones y la repartición de los recursos blicos. Es la competencia en el mercado
mediada a través de cuotas de influencia estatal compradas en las elecciones, corrompiendo
el todo de la institucionalidad. Ese Estado a su vez, despliega mecanismos de cooptación y
coerción para mitigar los conflictos sociales inevitables ante la desigual distribución de las
riquezas.
La contradicción del modelo se encuentra en que, para seguir acumulando a partir de
la extracción de renta, tiene que atraer los capitales al territorio para que lo utilicen como
lugar de paso, sea para el movimiento de personas, mercancías o dinero. La única forma de
continuar atrayendo los capitales es sacrificando a la sociedad, explotando cada vez más a la
fuerza de trabajo y al medio ambiente, manteniendo la tasa de ganancia con regulaciones
laxas que reducen el “costo de hacer negocios en Panamá”, incluyendo mayores
exoneraciones de tributos. Precisamente las reformas que buscan los gremios empresariales
imponer tras la pandemia. Pero al aumentar la explotación laboral y ambiental y reducir los
impuestos que redistribuye el Estado en servicios públicos, inevitablemente recrudecen los
conflictos sociales que reafirman el agotamiento del modelo.
Urge una transición hacia un nuevo modelo, que implica romper con 500 años de
subordinar la posición geográfica a la codicia del capital, para transitar hacia una sociedad
que desarrolla las potencialidades del territorio al servicio de la vida de los seres humanos y
la naturaleza. Una sociedad del conocimiento para la vida, que democratiza, dinamiza y
diversifica la producción, distribuyendo con equidad los excedentes con empresas
cooperativas, redistribuyendo para garantizar los derechos sociales mediante servicios
públicos universales, matriz energética distribuida de renovables para reducir la presión sobre
los ecosistemas, e integración económica latinoamericana para cambiar las relaciones
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globales asimétricas. Todo ello, bajo el principio fundante del control social sobre la gestión
de los recursos comunes. Son pasos decisivos en el avance hacia una sociedad poscapitalista,
que se abre camino ante el acelerado desarrollo de las fuerzas productivas que experimenta
el mundo.
Pero transformar la sociedad requiere alterar la correlación de fuerzas, mediante la
conformación de un bloque contrahegemónico, que acumule el poder suficiente para
conquistar el control del Estado. Ese bloque contrahegemónico debe estar integrado por los
sectores históricamente excluidos, aquellos que son explotados para beneficio de la clase
rentista que controla la posición geográfica. Implica una toma de conciencia por la sociedad
sobre el origen de las injusticias en la estructura de poder, que permita unir las diversas
reivindicaciones de los sectores excluidos en un proyecto para poner el poder en manos de
las mayorías.
Son las masas que claman justicia, herederos de generaciones de luchas sociales,
desde obreros, feministas, campesinos, cuentapropistas y pequeños empresarios, hasta los
pueblos indígenas, comunidad LGBT, estudiantes, cuidadoras y científicas. La pandemia
enseña que por más diferencias sociales y culturales que existen entre los estratos de
trabajadores, todos comparten una misma vulnerabilidad estructural al depender de la venta
de su fuerza de trabajo, y están a solo un infortunio de perder sus ingresos y quedar en el
desamparo.
La crisis nos demuestra la urgencia de dejar atrás un modelo agotado, para avanzar
hacia una nueva sociedad donde se crea y comparte riqueza en función de las necesidades
humanas en equilibrio con la naturaleza. Un horizonte poscapitalista donde el reclamo
histórico de generaciones de panameños, el uso del territorio al servicio del bien común, nos
de la fuerza para levantarnos y luchar unidos por lo que nos pertenece.