Revista Científica Orbis Cognita Año 4 – Vol. 4 No. 2 pp. 1-23 ISSN: L2644-3813 Julio – diciembre 2020 Recibido: 4/4/2020; Aceptado: 12/6/2020; Publicado: 15/7/2020 Se autoriza la reproducción total o parcial de este artículo, siempre y cuando se cite la fuente completa y su dirección electrónica
|
Retorno a Marx en tiempos de pandemia Return to Marx in times of pandemic
Marxlenin Pérez Valdés
Universidad de La Habana, Cuba, Facultad de Filosofía e Historia, Departamento de Teoría e historia del marxismo
mpvaldes@gmail.com Orcid 0000-0002-0258-2038
Este texto propone volver a leer las Tesis sobre Feuerbach, acentuando la vigencia e importancia de la concepción dialéctico materialista de la historia condensada en ellas. Aborda de forma crítica la posibilidad de la transformación del mundo por los seres humanos; así como reflexiona acerca de la crisis que padece la subjetividad provocada por el Capitalismo. En tiempos de pandemia, esta crisis se expande exponencialmente, dejando en evidencia las fisuras de un sistema de relaciones sociales alienante, violento y destructivo.
This text proposes to re-read the Theses on Feuerbach, emphasizing the validity and importance of the dialectical materialist conception of history summarized in them. It critically addresses the possibility of the transformation of the world by human beings; as well as reflecting on the crisis suffered by the subjectivity caused by Capitalism. In times of pandemic, this crisis expands exponentially, revealing the fissures of an alienating, violent, and destructive system of social relations.
El estudio de la obra de Karl Marx nos brinda un sinfín de posibilidades. Su producción intelectual es tanto vasta como compleja, de modo que su lectura supone un des-cubrir aquello que siempre estuvo ahí: entre las páginas de sus textos; sus cartas; manifiestos; críticas; notas o apuntes de caligrafía ilegible, y que solo tras releerlas [ad infinitum] se nos revelan de forma clara y distinta. La vuelta a sus textos representa la posibilidad de interpretarlo desde un comprender novedoso, incluso de aquello que dábamos por aprehendido. Una especie de apropiación-otra de Marx, pautada por condiciones objetivas contemporáneas, muchas de ellas ajenas a su tiempo.
Dos siglos y dos años después de su natalicio, algunas de las ideas marxianas resuenan hoy como trompetas en el cielo, que nos hacen recordar su valía en ese acto propio del filosofar que es dudar de todo. Y afortunadamente esas teorías; concepciones; principios todos marxianos [que no es igual a extraterrestre] existen aquí en la Tierra, a la vuelta de una lectura, y mucho pueden ayudarnos a reflexionar en la época del Nuevo Coronavirus.
En este sentido, no por atrevido resultará desacertado pensar que tanto tiene para aportarle Marx a pensarnos y pensar nuestro tiempo; como a su vez esta Era marcada por una pandemia nos condicionará a otra interpretación de su muy oportuna obra, aunque eso sí: tan subversiva como antes.
Sin embargo, en lugar de evocar las siete trompetas del Apocalipsis, en este texto les propongo rescatar las Once tesis sobre Feuerbach; teniendo en cuenta, ante todo, que para anunciar el fin del mundo o el fin del Capitalismo -hecho que para muchos viene siendo lo mismo-, primero se debe empezar por a-cabar con él. Que no es una cuestión de profecías y que un virus no hará, aquello que le ha sido negado a la humanidad; dicho en palabras que identifican a Marx: revolucionar su propio modo de apropiación material y espiritual de la realidad.
En este sentido, el propósito central de estas páginas lo constituye: argumentar la lógica de pensamiento marxiana expuesta en su texto Tesis sobre Feuerbach, a propósito de su particular vigencia en tiempos de pandemia.
Para la realización de este análisis de carácter teórico que aquí se propone, se estudió fundamentalmente la concepción materialista de la historia de Karl Marx, en una reinterpretación de su pensamiento, a través de una lectura y reflexión críticas de las Tesis sobre Feuerbach. Entre los métodos utilizados destacan: el analítico-sintético y lógico- histórico; así como un diálogo hermenéutico-marxista para contrastar algunas de las teorías marxianas de cara a la situación actual del mundo en tiempos de Covid-19.
Las Tesis sobre Feuerbach
También conocido como Once Tesis sobre Feuerbach, este fue un texto que Marx concibió con no más de 28 años de edad y que no fue escrito para ser publicado; sino que como ocurrió con otros de sus manuscritos, fue resultado de una suerte de diálogo del autor consigo mismo. Se trata de once enunciados en ademán de aforismos, una peculiaridad que complejiza su lectura y comprensión, al tiempo que ha instaurado sobre ellas el prejuicio de la sencillez o simplicidad que la historiografía ha contribuido a mitificar.
Ni sencillas ni simples, estas once tesis tienen un altísimo valor, por cuanto en ellas como dijo Engels (1971) “se halla depositado el germen genial de la nueva concepción del mundo” (p.357). Se refiere precisamente a la concepción dialéctico-materialista de la historia que desarrollaron K. Marx y F. Engels, o lo que es igual, aquella cosmovisión científica sobre el sistema de relaciones sociales capitalista que contiene el ineludible planteamiento de su superación.
No faltan acertadas y profundas investigaciones sobre las Tesis sobre Feuerbach, entre las que cabe destacar: El principio esperanza, de Ernst Bloch (1967); Filosofía de la praxis, de Adolfo Sánchez Vázquez (1967) o El materialismo de Marx. Discurso crítico y revolución, de Bolívar Echeverría (2011). Todas estas de cierto modo, han sido asumidas aquí como puntos de posicionamiento teórico necesarios para la comprensión de cierto pensamiento marxiano, expresado en su concepción materialista de la historia y que se sintetizó en las Tesis.
En este sentido se propone comenzar por el final, es decir por la última de sus tesis el número XI; probablemente la más citada de todas. Tesis a la que, tanto la repetición vulgar como la enseñanza dogmática, han convertido en una consigna vacía de contenido; en un lema para ser aprendido de memoria y repetido hasta hacer de ella, no mucho más que arenga política que traiciona a Marx. Pero, a pesar de los tantos intentos por desterrar de ella su esencia revolucionaria, ni siquiera por trillada ha perdido su valor práctico, ni su filo subversivo:
“Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo” (Marx, 1973, p.10).
Para que aún broten de ella sus significados, bastará un ejercicio de abstracción mediante el cual aprender a reconocer los pre-juicios adquiridos con su repetición. En su deformación han influido tanto el pensamiento burgués que necesita convertirla en un arma de museo y por tanto inofensiva; como las izquierdas que la asumieron pasiva y acríticamente.
Desconocieron los últimos que, al volver la máxima marxiana en cotidianidad, la condenaron al reino del sentido común, traicionando así su determinación esencial en tanto grito de guerra. La paradoja de una tesis que clama revolucionar el mundo, y que en cambio yace como lema marxista.
Cuando Marx dijo: “Los filósofos no han hecho más que interpretar…”, está en primer lugar, realizando una crítica [en sentido kantiano] a todos los filósofos que le antecedieron y con ello una valoración del papel de la filosofía en la historia. Teniendo en cuenta que, para él toda la historia de la humanidad podía resumirse como la historia de la lucha de clases (Marx y Engels, 1971, p.19) en torno al poder, en este sentido los filósofos solo habían desempeñado un papel pasivo. De este modo, Marx está dotando a la filosofía de una nueva función, en contraste con aquello a lo que se ha limitado. La interpretación del mundo no debe ni puede ser asumida como el fin último de la filosofía. La nueva concepción del mundo, traza también para la filosofía una nueva actividad: la de subvertirlo. “… pero de lo que se trata es de transformarlo” (Marx, 1973, p.10).
Marx entendió por supuesto la importancia vital de que la filosofía se piense a sí misma, piense su época, la realidad, los sujetos, el mundo, etc., y que con este pensamiento se formulen tanto las grandes interrogantes y las respuestas a sus problemáticas. Pero a su vez llamó la atención en que ello no es suficiente y que, por tanto, la interpretación debe ser no solo un punto de llegada, sino sobre todo un punto de partida para algo más. Y ese algo más será la transformación a través de una praxis revolucionaria del sistema de relaciones sociales que implica el modo de producción capitalista.
Por lo tanto, la filosofía debe tener para Marx, un carácter activo o de lo contrario estaría simplemente volviéndose cómplice de una realidad con la que solo se relaciona desde la teoría, es decir, como objeto de una interpretación inacabada, incapaz de hacerla un objeto para su transformación, para su apropiación revolucionaria. Como interpretación de la historia de la humanidad, la filosofía debe suponer no solo el estudio de las condiciones de posibilidad de la lucha entre clases antagónicas, sino fundamentalmente la unidad entre la teoría y la práctica o lo que es igual: la superación de la explotación mediante la praxis revolucionaria.
Porque una filosofía que reduce el mundo solo a pensamiento, de ese modo contribuye a reproducirlo tal cual es, una y otra vez. De ahí que sea desde esta concepción dialéctico materialista de la historia, como nueva concepción filosófica, que Marx establecerá su fundamentación para la crítica al Capitalismo a partir de argumentar la dialéctica entre producción, apropiación y enajenación del sujeto (Acanda, 2002 y 2006).
Aquí como a lo largo de toda su obra, vemos la centralidad de su preocupación acerca de la relación entre la producción espiritual y la producción material de la vida dentro de este sistema social. Su afán por descubrir esas estructuras que tienen un carácter objetivo, es decir aquellas que independientemente de la voluntad de los seres humanos, condicionan su actividad y más aún, condicionan una y no otra apropiación espiritual [específica] de esa realidad.
Marx entendió que todo modo de producción implica un modo particular de producción de su realidad, y por tanto un modo específico de la producción de subjetividades. Dicho de otro modo, que la producción de hábitos, tradiciones, costumbres, gustos, anhelos, aspiraciones, preferencias y deseos tienen un modo específico de existir; así como un carácter histórico-concreto. De manera que, para lograr la verdadera emancipación de las clases oprimidas sobre las opresoras, se vuelve imprescindible abolir todo modo existente de apropiación de la realidad con el fin de crear uno nuevo que suponga el fin de la enajenación y de subjetividades invertidas.
La propuesta de Marx expuesta en su tesis XI sobre Feuerbach y diseminada a lo largo de toda su obra a través de su crítica al Capitalismo: es la de una subversión, una revolución absoluta del modo en el que los sujetos producen sus vidas y, por lo tanto, del modo en el que se la apropian. De forma tal que la concepción materialista de la historia, es también una concepción crítica sobre la subjetividad humana, no en general y con mayúsculas, sino sobre aquella subjetividad que es alienada y explotada.
Más allá de esa apariencia que la burguesía ha dado al Capitalismo presentándolo como eterno, único e inmutable, Marx develó también en su tesis III sobre Feuerbach que, mediante una praxis revolucionaria, los seres humanos [productores de sus propias circunstancias] transformándolas, son capaces de transformarse a sí mismos. La revolución cubana de 1959, tiene ejemplos sobrados de que Marx no estaba equivocado. El cambio del ciudadano cubano de espectador a partícipe del proceso revolucionario desde los primeros años del triunfo, respalda aquello que en sus tesis III y XI sobre Feuerbach Marx adelantó a su época.
Y es esa capacidad subversiva que le es inherente a los seres humanos, que fue incluso oficializada como un derecho y un deber desde la Declaración de derechos del hombre y el ciudadano de 1789, a la que la filosofía debe reclamar para llevar con éxito su lucha por la emancipación humana. Esta filosofía que solo había sido capaz de relacionarse con la realidad como objeto de su interpretación, toda vez comprometida con la transformación de sus circunstancias, se verá condicionada a transformarse a sí misma y de esa forma superar el modo en el que se auto concibe.
Marx estableció por lo tanto a lo largo de sus once tesis, el deber histórico de los filósofos - abanderados de un cambio de época- de sentar las pautas para la transformación y subversión del modo de producción capitalista. La superación de un estado de cosas que condicionan el sometimiento de los seres humanos al imperio del mercado capitalista, al imperio de la vigilancia digital, al imperio del dinero, del interés mercantil; como si no existiera otro mundo y otras circunstancias que esas y como si no quedara para toda otra forma de vida que la de subordinarse a merced de ellos.
Superar estos condicionamientos implica que las personas puedan auto conquistar su libertad. Abolir dichas circunstancias constituye el primer paso de la auto transformación de los individuos, que es comenzar a transitar el camino por el cual se convierten en sujetos revolucionarios.
Para cuando Marx redactó las Tesis sobre Feuerbach, su teoría sobre la enajenación del trabajo ya estaba ideada. Como declaró en los Manuscritos del 44 [otro de los textos que no vio la luz con el fin de ser publicado] en su crítica de la economía política, partió de un hecho económico real: mientras más riquezas produce el obrero, más pobre se vuelve y mayor es también la desvalorización del mundo humano (Marx, 1975, p.71). Doscientos años después del natalicio de Marx, la alienación, la cosificación, la explotación y el fetichismo, no solo siguen vigentes con una fuerza brutal; sino que la burguesía ha tejido con ellos nuevas formas de colonizarnos. Una esclavitud aún más peligrosa en tanto camufla sus cadenas y grilletes con tecnologías también disfrazadas de imparciales; pero que para existir necesitan unilateralizar la capacidad creativa de los seres humanos. En este sentido contagia las subjetividades de repetición y banalidades, al producir en lugar de humanos: consumidores ampliados de mercancías como única posibilidad de auto realización. Seres humanos producidos en serie y uniformados, para experimentar las mismas sensaciones, aspiraciones, necesidades, gustos, deseos, anhelos y metas.
Crisis de la subjetividad
Y en medio de esta enfermedad del espíritu humano, irrumpió el Nuevo Coronavirus. Detrás de esta difícil situación general provocada por la pandemia se esconde una crisis mucho más apocalíptica, un caos de mayor alcance y mucho más catastrófico llamado: Capitalismo.
La Covid-19, entre tantas tristezas que ha traído, ha venido también para hacer mirar aquello que por llevar delante de los ojos demasiado tiempo, cuesta tanto verlo: y es justamente la crisis que padece la subjetividad, la crisis de la espiritualidad humana. Una crisis, tal vez la más grave, provocada por el modo de producción más destructivo de la historia de la humanidad. De manera que siempre será más difícil hacerle frente y recuperarse de una enfermedad a la que ya hemos llegado enfermos del espíritu.
Marx alertó sobre la capacidad que tiene el Capitalismo, de salir más fortalecido de sus propias crisis. No confundamos los hechos: mientras este virus aniquila a las personas, el viejo Capitalismo siempre reinventándose, se preocupa de que sus estructuras, su sistema y su esencia misma, no sean devastados. Es lo primero y todo cuanto le importa de esta pandemia.
Para él como para nosotros, es una cuestión de vida o muerte. Para que el Capitalismo no deje de existir, tiene que constantemente cambiar, moverse, reinventarse; correr cada día con mayor prisa y no detenerse, aún de cara a una pandemia.
En tanto este nuevo virus no sea rentable, no sea convertido en un elemento más del mercado capitalista, en una mercancía como cualquier otra, y en cambio demande al sistema detener o enlentecer su maquinaria, representa para el Capitalismo un enemigo peligroso; una poderosa amenaza contra su existencia. Por ello lo que le resta es que una vez más la humanidad pague el precio de la supervivencia del sistema capitalista.
En esa necesidad que le es vital de cambio perenne, arrastra todo y a todos con su paso frenético y veloz. Para el Capitalismo es imposible responder con pasividad a las exigencias de un virus que demanda reposo social. Un virus que supone llevarle la contraria a su vorágine.
En ese hermoso texto que es El Manifiesto del Partido Comunista, Marx y Engels alertaron: “la burguesía no puede existir sin revolucionar constantemente los medios de producción”, sin que constantemente tenga que transformar “todas las relaciones sociales”. Dicho en otras palabras: todo lo que la burguesía construye, es construido para ser destruido (Marx y Engels, 1971, pp.22-31).
De manera tal que, en la misma medida en la que el capitalismo hoy no puede sentarse a esperar [pues dejaría de ser lo que es] y va declarando de país en país reaperturas y nuevas puestas en marcha, hombres y mujeres que abracen el anhelo de construir una sociedad humanizada, deben rescatar la tesis XI sobre Feuerbach. Tienen el imperativo de asaltar el poder burgués en la conquista de la emancipación y la libertad humanas; en otras palabras: el desarrollo multilateral de las subjetividades.
Una enfermedad que demande al mundo quietud y reposo temporales, se convierte automáticamente en el talón de Aquiles del Capitalismo. Se convierte en un freno a su dialéctica de hacer, destruir y rehacerlo todo una y otra vez; un obstáculo muy fuerte contra el mercado capitalista, ese que ha transformado: “todo lo sagrado en profano” (Marx y Engels, 1971, p.23), -para expresarlo en palabras del propio Marx-.
El mismo mercado capitalista que ha vuelto la dignidad humana en un simple valor de cambio, ya que todo cuanto le importa de las personas es poder explotar su fuerza de trabajo. El mercado capitalista que invirtió el derecho humano a la salud, y lo volvió un privilegio mercantilizado. Si algo ha dejado en evidencia esta pandemia, es la penosa realidad de seres humanos a los cuales se les ha negado toda posibilidad de sobrevivir a ella. Un tratamiento mezquino hacia las personas incluso después de superadas por la enfermedad, de sistemas políticos corroídos que nada tienen para aportar a sus ciudadanos.
Basta de ser cómplices de esta reproducción del sistema hegemónico capitalista; de contribuir a la auto reproducción de individuos que son copia y pega unos de los otros; seres humanos cuya singularidad ha sido alienada porque se vive en un mundo invertido. Recuperar la dignidad de las personas, es también salvar sus almas, es liberar las subjetividades de una cárcel uniforme y homogéneamente diseñada por la burguesía, donde son las mercancías quienes esclavizan y diseñan qué es la felicidad.
Empecemos por dudar juntos; dudar críticamente del sistema y sus subterfugios. Hay que aprender a sospechar de sus frutos, a cuestionar todas sus producciones. Habrá que recordar aquella manera cartesiana de dudar de quienes nos engañan una vez, hasta apropiarse de la duda socrática y afirmar que nada sabremos, en tanto no se esté en condiciones de des enajenación.
Actuar y cooperar en colectivo; usar los medios y las redes sociales virtuales, para no permitir que sean ellas quienes usen a las personas; hacer de las mismas el recurso para la praxis humanizadora a la que convocó K. Marx. No traicionemos a Marx: pensar para conquistar, para revolucionar, para emancipar, que es también otro modo de salvarnos en los tiempos del Nuevo Coronavirus.
Karl Marx fue no solo filósofo, sino también político, militante revolucionario, economista, sociólogo, historiador, escritor, periodista; de forma tal que no existen para él muchas clasificaciones que lograrán acotarlo en toda su dimensión. Podría afirmarse que con su vida y obra redimensionó aquella nueva definición de Antonio Gramsci en oposición a los intelectuales tradicionales; en este sentido cabría entonces nombrarlo: un intelectual orgánico del Comunismo.
Como intelectual orgánico del Comunismo, legó una obra monumental donde cada concepto es a su vez un punto de llegada y de partida, en una dialéctica revolucionaria y crítica del sistema de producción capitalista. En ese sentido sus Tesis sobre Feuerbach, y dentro de ellas específicamente su tesis XI, constituyen un especial punto de anudamiento dentro de su nueva concepción materialista de la historia.
Hoy, el terror implícito de una pandemia que amenaza la supervivencia de la especie
humana, saca a la luz aquella crisis que viene padeciendo la subjetividad; problema de la esencia humana que se ha visto sepultado con el tiempo por el deslumbrante mundo de las
mercancías y el mercado capitalista.
Detrás de las circunstancias locales, la crisis desatada por la pandemia responde a bases sistémicas que necesitan ser cambiadas, no es una cuestión reducible a las buenas o malas acciones de los individuos, los partidos políticos, o las instituciones de salud y los profesionales. La crisis de la subjetividad y el problema de la esencia humana urgen ser atendidos.
Pero llegados a este punto, ¿qué hacer con lo aprendido? Interpretar para aplicar, para transformar. Revolucionar al mundo contemporáneo no solo es racional e imprescindible, sino posible. Subvertir el orden de cosas, no puede ser más un lujo de la izquierda, sino una necesidad de orden humana.
Para que la humanidad sobreviva, necesita superar su estado actual y llegar a ser una sociedad verdaderamente humanizada.
Acanda, J. (2002). Sociedad civil y hegemonía. Centro de investigación y desarrollo de la cultura Juan Marinello, La Habana. pp.197-234.
Acanda, J. (2006). La preocupación ética. Apuntes de un curso. Aula Fray Bartolomé de las Casas. Cuba.
Bloch, E. (2004). El principio esperanza. Editorial Trotta. México.
Declaraciónn de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. 24 de junio de 1793. Disponible en el sitio Web: http://www.historiacontemporanea.com/pages/bloque1/la-
revolucion-francesa/documentos_historicos/declaracion-de-los-derechos-del-hombre-y-del-
ciudadano-24-junio-1793. (Último acceso: 27/06/2020).
Echeverría, B. (2011). El materialismo de Marx. Discurso crítico y revolución. Editorial Itaca. México.
Engels, F. Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. En Marx, K. y Engels,
F. (1971). Obras escogidas en dos tomos. Editorial Progreso, tomo I. Moscú, pp. 356-357.
Gramsci, A. (1999). Cuadernos de la cárcel. Biblioteca Era/Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. México.
Marx, K. (1975). Manuscritos económicos y filosóficos de 1844. Pueblo y educación. La Habana. pp.69-86.
Marx, K. (2007). Elementos fundamentales para la crítica de la economía política (Grundrisse) 1857-1858. Siglo XXI Editores de España, S.A. Madrid. Tomo I.
Marx, K. y Engels, F. (1966). La ideología alemana. Edición revolucionaria. La Habana.
Marx, K. y Engels, F. (1971). Obras escogidas en dos tomos. Editorial Progreso. Moscú.
Tomo I.
Marx, K. y Engels, F. (1973). Obras escogidas en tres tomos. Editorial Progreso. Moscú.
Tomo I.
Sánchez, A. (1967). Filosofía de la praxis. Editorial Grijalbo. México. D.F.