David Armstrong propone que el mundo consiste enteramente de entidades contingentes, y que por cada proposición verdadera existe un hacedor de verdad. Armstrong deduce (de la contingencia de todos los objetos) la posibilidad de un mundo vacío. Hay dos opciones: el mundo vacío es un mundo sin verdades, o puede haber verdades sin hacedores de verdad. Si aceptamos un mundo sin verdades, hay implicaciones problemáticas. Usando el concepto de un ingrediente activo de un hacedor de verdad, sostengo que, si las verdades necesarias no tienen hacedores de verdad en un mundo vacío, entonces tampoco tienen hacedores de verdad en el mundo actual. La tesis de este artículo es que no es absurdo decir que las verdades necesarias no tienen hacedores de verdad.