En este artículo se explora la relación entre la práctica de la filosofía y el desarrollo de una especie de intuición profesional a través de ella. Es decir, este artículo se ocupa ampliamente de un tema metafilosófico muy tradicional, a saber, el tipo de habilidades que un filósofo calificado debe poseer para sobresalir en el quehacer filosófico. Más precisamente, examina críticamente el lugar común de larga data en la filosofía según el cual las competencias adquiridas a través de la formación filosófica están relacionadas con la aplicación de conceptos. Tal punto de vista ha dado paso a la idea de que los filósofos adquieren intuiciones expertas, proporcionadas por la formación filosófica, sobre el uso de conceptos. En este sentido, se ha mostrado en el campo de la filosofía experimental que los filósofos que sostienen esta noción de la práctica de la filosofía pueden estar bajo la ilusión de la pericia. Por estas razones, sostenemos, basándonos en el trabajo de la psicóloga Deanna Kuhn, que la pericia filosófica, desde una perspectiva más positiva, podría estar relacionada con la evaluación, construcción y refutación de argumentos. Con esto en mente, también exploramos, a la luz de lo anterior, la relación entre la intuición y los argumentos en filosofía.