Foucault construye una genealogía de la actividad crítica de la filosofía occidental a partir de la palabra parresía o franqueza, siendo el parresiastés un crítico, que conoce el riesgo de decir la verdad pero tiene el valor de hablar para decirla para ayudar a otras personas a mejorar y a sí mismo. Hace de la praxis política un tema moral, problematiza el límite de la verdad en la democracia, haciendo de la verdad un problema de la relación con los demás y consigo mismo, sino además, toda una problematización de la praxis, de la clase política, como problema ético o doble moral. La parresía está conectada con la libertad, el deber, la verdad, el conocimiento, la subjetividad y la praxis social y política. Distingue dos clases de parresía producto de la praxis en la institución democrática o pública y la practicada por los ciudadanos a nivel privado. Da particular importancia a el cuidado de sí, un cambio de vida a partir de la evaluación de sí mismo, se da en la relación entre dos seres humanos; se trata de convencer a alguien de cambiar su estilo de vida. Esta es la base de la subjetividad moral, por ello, quien cuida de sí mismo es un insurrecto. Foucault ve en la parresía un mecanismo para el análisis de la praxis política en la sociedad democrática, resalta la importancia de la moral como punto de partida para la libertad de expresión y la justicia.