América Latina, en estos inicios del tercer milenio, nos llamará la atención de inmediato, el excepcional dinamismo de su vida política, durante los últimos cinco o seis lustros recién transcurridos. Porque es claro que en el último cuarto de siglo, hemos asistido en Latinoamérica a un vertiginoso y complejo proceso de rápidos cambios sociales y políticos, que incluyen lo mismo virajes importantes desde gobiernos de derecha y hasta ultraderecha hacia gobiernos de izquierda moderada, y a la inversa, desde esos gobiernos llamados'progresistas' hacia nuevos gobiernos de derecha y antipopulares, que vastas movilizaciones sociales y populares que, con su acción profunda, han logrado incluso derrocar gobiernos nacionales de manera pacífica. Gran parte de ese excepcional dinamismo político de América Latina, se debe a esa proliferación en su seno de vastos y potentes movimientos antisistémicos de nuevo tipo. Dentro del vasto conjunto de esos potentes movimientos anticapitalistas y antisistémicos de América Latina, tienen un papel destacado los movimientos específicamente indígenas, los que habiéndose constituido como movimientos sociales diferentes e independientes.