En las escasas oportunidades en que la crítica especializada se ha pronunciado sobre Panamá es una tacita de oro (1946) de Ricardo “Fito” Aguilera, ha resaltado su carácter social y su vocación denunciatoria del problema campesino. De este modo, el relato ha sido entendido como una muestra menor del regionalismo en Panamá. Sin embargo, analizada con detenimiento, esta narración muestra diferencias importantes que permiten cuestionar su inclusión sin matices en esa corriente. A diferencia de la novela regionalista típica, Panamá es una tacita de oro no establece una nueva definición de las clases populares como verdaderas portadoras de la esencia nacional ni al narrador se le concibe como un paradigma de estas. Más bien, en el relato de Aguilera se estaría proyectando la visión que las clases urbanas cultas tenían del trabajador de la campiña. Esta investigación tratará de demostrar este aserto analizando el modo en que el narrador representa al peón protagonista y las soluciones que se ofrecen para enmendar el problema agrario. Se concluye que dicha representación está determinada por una contradicción central. Al mismo tiempo que se defiende al personaje, se le observa desde el prejuicio: mediante un lenguaje despectivo, se le animaliza y degrada en virtud de su falta de educación y modales. Con respecto a las salidas planteadas al conflicto, estas tendrían que ver más con el desarrollismo capitalista que con vías radicales de cariz revolucionario.