A principios de los años noventa, se examinó la mayoría de los encierros femeninos, de las distintas penitenciarías y centros de readaptación social de América Latina. Como resultados destacados, se subraya la falta de centros exclusivos para mujeres, a excepción de unos pocos llamados de “readaptación social”, lo que crea muchas desventajas para ellas, porque siempre se priorizan las demandas, los espacios, los servicios y la atención de los hombres, y las de las mujeres, están postergadas indefinidamente. Otros estudios en esta región, demuestran que el número de mujeres ha crecido tres veces más que el de los hombres, en el período 1994-2004. Asimismo, se repiten las historias de mujeres pobres, con hijos e hijas y mayormente presas contra la salud y por delitos de drogas, que cada vez aumenta.
Un estudio realizado en México da cuenta de una realidad particular, afirmando que la mayoría de las mujeres que purgan condenas en las cárceles no deberían estar allí, pues se trata de personas no peligrosas que generalmente fueron arrastradas por sus parejas a cometer los ilícitos. En Latinoamérica los delitos relacionados con las drogas han ido incrementando hasta constituirse en la primera causa por la que se encuentran en prisión las mujeres, a diferencia de lo que ocurre entre los varones. Esta investigación, al igual que diversos autores, coincide en que la conducta delictiva femenina es diferente de la masculina: las mujeres que infringen principalmente la ley de drogas, son menos violentas, menos reincidentes e inician su carrera delictiva de forma tardía. Sin embargo, los autores consultados aseguran que la mujer ingresa al sistema penitenciario frecuente por el tráfico de estupefacientes, cifras que van en aumento, lo cual se observa en diferentes países: México, Argentina, Panamá y Estados Unidos, entre otros.