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La educación en saberes patrimoniales es esencial para preservar y avanzar en nuestra identidad cultural, equilibrando el legado histórico con las necesidades futuras. Enseñar estos conocimientos no se limita a memorizar hechos; se trata de entender contextos y valores que definen las prácticas culturales. Integrar la tradición en la educación contemporánea fomenta una ciudadanía que aprecia la diversidad cultural y se compromete con la conservación del patrimonio.
La danza folklórica, por ejemplo, es un vehículo poderoso para transmitir y mantener viva la identidad cultural. En Cundinamarca, se combina la enseñanza empírica, basada en la experiencia directa, con la académica, que aporta un marco teórico. Esta sinergia entre ambos enfoques enriquece la educación y asegura que la danza no solo sobreviva sino que evolucione. La "re-existencia", como resistencia cultural ante la homogeneización, reafirma la importancia de preservar la autenticidad de las tradiciones frente a influencias externas.
Los profesores desempeñan un papel crucial al ser mediadores entre el pasado y el presente, transmitiendo tanto la práctica como la teoría cultural. La colaboración entre metodologías empíricas y académicas enriquece la enseñanza, manteniendo la relevancia y continuidad de las danzas folklóricas. En un contexto globalizado, esta integración garantiza que el patrimonio cultural siga vivo y relevante, formando ciudadanos conscientes y comprometidos con su identidad cultural.